"La gran guerra" de Mario Monicelli
La forma de afrontar la vida que tenemos los mediterráneos a veces no es muy entendida en países situados geográficamente más al norte, aunque luego de alguna manera siempre se está reivindicando dicha forma de afrontar nuestra existencia como la ideal, quien no ha oído hablar de las bondades de la famosa dieta mediterránea y sobre todo de ese maravilloso defecto que tenemos las personas de estas latitudes como s la bendita siesta, Mario Monicelli desde unos valores basados en su país Italia, bañado por el mare Nostrum, realiza una obra universal y que sirve como ejemplo ante el resto de los habitantes del mundo.
La historia de la película es simple, pero no por ello vacua y falta de profundidad, Europa está inmersa en la primera gran guerra y de alguna manera nos vamos a sumergir en ella a través de los dos personajes principales del film, Oreste (Alberto Sordi) y Giovanni (Vittorio Gassman) dos seres humanos como podemos ser cualquiera de nosotros, con sus defectos y con sus virtudes pero ante todo con una picaresca increíble, y con un sentido estoicamente práctico de la vida, ellos nos van a llevar a través de la guerra por los caminos de la insensatez, de la miseria, de la impersonalidad y de tantos y tantos defectos que le podríamos achacar a cualquier conflicto bélico, rezumando humor por los cuatro costados, como no podía ser de otra manera debido a su naturaleza.
Monicelli firma una obra maestra del cine bélico, precisamente con la pretensión justamente contraria, la de denunciar las atrocidades de la guerra, y ponerse del lado del antibelicismo, y al hacerlo a través de dos personas normales y corrientes como son los protagonistas nos obliga a tomar parte en la película a identificarnos y sentir como sienten ellos, sufriendo la impotencia que ellos sienten, mostrándonos la diferencia de clases y de pensamientos que al final vienen a resumirse todos en que haríamos nosotros si estuviéramos en esa misma situación.
¿Son dos cobardes? Quien no ama a la vida, quien de nosotros en muchas ocasiones hemos pensado si estuviéramos en dicha tesitura que haríamos, tenemos que culparlos por aferrarse a la vida como ellos lo hacen, por conseguir estar en primera línea de trincheras y no disparar ni un solo tiro, por pensar como dicen ellos que todos somos hermanos, tomen ustedes mismos la postura que quieran, pero a mi la de ellos no me parece tan descabellada, incluso con sus meteduras de pata y sus muestras de sentimiento de profunda nobleza.
Los diálogos del largometraje tienen una carga increíble, de ellos destaco cuando uno de los soldados en un momento de parón dice: “la guerra es un largo período de ocio, sin un momento de descanso”; aprovechan el instante que les toca vivir porque no saben si justo después habrá otro. Nos enseñan que los héroes están muertos y que quizás el gran héroe cotidiano sea el que consigue salvar la vida y llevar una existencia normal, junto a los suyos en cualquier sitio y disfrutando de las cosas pequeñas pero que colman de felicidad a las personas.
Maravillosa producción que recibió el León de Oro de la XX Mostra de Venecia (actualmente llamada la Biennale), una gran superproducción que nadie debería perderse, una sátira total a la guerra, con momentos esperpénticos pero no por menos real y humana.
La historia de la película es simple, pero no por ello vacua y falta de profundidad, Europa está inmersa en la primera gran guerra y de alguna manera nos vamos a sumergir en ella a través de los dos personajes principales del film, Oreste (Alberto Sordi) y Giovanni (Vittorio Gassman) dos seres humanos como podemos ser cualquiera de nosotros, con sus defectos y con sus virtudes pero ante todo con una picaresca increíble, y con un sentido estoicamente práctico de la vida, ellos nos van a llevar a través de la guerra por los caminos de la insensatez, de la miseria, de la impersonalidad y de tantos y tantos defectos que le podríamos achacar a cualquier conflicto bélico, rezumando humor por los cuatro costados, como no podía ser de otra manera debido a su naturaleza.
Monicelli firma una obra maestra del cine bélico, precisamente con la pretensión justamente contraria, la de denunciar las atrocidades de la guerra, y ponerse del lado del antibelicismo, y al hacerlo a través de dos personas normales y corrientes como son los protagonistas nos obliga a tomar parte en la película a identificarnos y sentir como sienten ellos, sufriendo la impotencia que ellos sienten, mostrándonos la diferencia de clases y de pensamientos que al final vienen a resumirse todos en que haríamos nosotros si estuviéramos en esa misma situación.
¿Son dos cobardes? Quien no ama a la vida, quien de nosotros en muchas ocasiones hemos pensado si estuviéramos en dicha tesitura que haríamos, tenemos que culparlos por aferrarse a la vida como ellos lo hacen, por conseguir estar en primera línea de trincheras y no disparar ni un solo tiro, por pensar como dicen ellos que todos somos hermanos, tomen ustedes mismos la postura que quieran, pero a mi la de ellos no me parece tan descabellada, incluso con sus meteduras de pata y sus muestras de sentimiento de profunda nobleza.
Los diálogos del largometraje tienen una carga increíble, de ellos destaco cuando uno de los soldados en un momento de parón dice: “la guerra es un largo período de ocio, sin un momento de descanso”; aprovechan el instante que les toca vivir porque no saben si justo después habrá otro. Nos enseñan que los héroes están muertos y que quizás el gran héroe cotidiano sea el que consigue salvar la vida y llevar una existencia normal, junto a los suyos en cualquier sitio y disfrutando de las cosas pequeñas pero que colman de felicidad a las personas.
Maravillosa producción que recibió el León de Oro de la XX Mostra de Venecia (actualmente llamada la Biennale), una gran superproducción que nadie debería perderse, una sátira total a la guerra, con momentos esperpénticos pero no por menos real y humana.
TRONCHA
No hay comentarios:
Publicar un comentario