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miércoles, 28 de abril de 2010

"El planeta de las tormentas" de Paul Klushantsev

Cuando estamos ante trabajos tan peculiares como este, de los que prácticamente no se han oído hablar y que proviene de un país que tuvo sus fronteras cerradas al resto del mundo tanto tiempo, no hay más remedio que intentar enterarse de algo para al menos contextualizar la filmación. La URSS fue un país que precisamente en su día no se caracterizó por ser el edén de la libertad ni el mejor campo de cultivo para la información o divulgación que no estuvieran aprobadas por el partido.

A primera vista se puede apreciar que también en la extinta unión soviética, también se hacían productos similares a los del resto del mundo dentro de su cinematografía. Nuestra película en cuestión narra un viaje a Venus, nada más y nada menos, de tres naves, Sirio, Vega y Capella. No se puede negar que el planteamiento inicial no es novedoso, no recuerdo anteriores viajes a dichos planetas en otras realizaciones que haya visto.

El caso es que vamos a ser testigos de cómo nuestros astronautas aterrizan y exploran la superficie del planeta que por supuesto está repleto de misterios. En este punto debo indicar que los efectos especiales me parecen bastante buenos para la época, por supuesto ahora serían de lo más precario. Algunas de las plantas carnívoras que habían el planeta son dignas de los relatos de Lovecraft.

Nuestros cosmonautas acompañados del robot John, se van a encontrar con un periplo increíble de animales, en su mayoría prehistóricos, esto les hace plantearse de forma abierta a través de sus diálogos la teoría de la evolución de Darwin. Incluso batallar sobre la posible idea de que el planeta tierra estuviera anteriormente habitado, antes de la llegada del hombre, otra idea bastante Lovecriana, si me permiten la palabra.

El hecho es que aunque los viajeros estelares viven toda serie de vicisitudes y peligros, estos no trascienden con la intensidad que deberían hacia el espectador, hay situaciones que da la sensación que pertenecen a su día a día, porque ni se inmutan ante ellas. Este es el gran problema de la película, la falta de transmisión y de interpretación de los personajes, por todo esto se puede calificar de bastante plana narrativamente hablando y por supuesto austera.

Aun así conviene tener en cuenta es te título porque entre otras cosas si mal no he leído Roger Corman compró los derechos sobre el mismo para posteriormente hacer “Voyage to the Prehistoric Planet” (1965). Incluso el mismísimo Kubrick asegura que algunas escenas determinas se copiaron toma a toma en su obra maestra “2001, una odisea en el espacio” (1968), incluso a un servidor algunas de las escenas le recuerdan a “Terror en el espacio” (1965) de Mario Bava. Al menos por estas indicaciones este título ha de ser tenido en consideración aunque solo sea porque sirvió como referente para otros títulos posteriores.



TRONCHA

viernes, 23 de abril de 2010

"Cache" de Michael Haneke

Hablar del cine de Haneke no es una tarea demasiado sencilla, porque estamos ante uno de los claros exponentes del cine contemporáneo, el que más cosas novedosas ha aportado al mundo del séptimo arte. Aportar no quiere decir gustar y como siempre pasa para todo esto, sus trabajos no están elaborados para que todos los estómagos los puedan asimilar. Aun así hay que reconocer que estamos ante algo distinto, algo que no vamos a encontrar en el cine comercial habitual al que todos estamos probablemente mucho más acostumbrados.

Precisamente esa es la premisa principal del cineasta a la hora de hacer sus realizaciones, el asemejarse menos posible. Porque sino es capaz de entregar al mercado USA un remake de Funny games (2007) hecho exactamente igual, plano a plano, para demostrar a estos que no hay otra forma de hacer el film y contar lo que él quiere contar. Solo él tiene ese desparpajo a la hora de decir a la cara las cosas, de poner al espectador frente a los problemas de la vida.

Caché (2005)es un ejemplo más de lo desarrollado en los anteriores párrafos, supone una exposición de un hecho que va de frente contra la moralidad del espectador. Con ello se pretende que cuando nos levantemos de la butaca y salgamos de la sala, nuestra conciencia se haya conmovido y haya enviado al cerebro la orden de pensar en la historia que hemos sido testigos.

El vehículo para conseguir todo esto es lo más neutro posible, para que la idea prepondere sobre el entorno en el que se acaba desarrollando. No importan los personajes, son meros soportes para que la narración fluya, incluso da la sensación a veces que acaba maltratándolos. No somos conscientes siquiera de porque están ahí, de donde han venido o hacia donde van, sus desarrollos son bastante planos sin giros ni altibajos.

Por otro lado los diálogos según el propio director es la parte del film que más le divierte, sensación totalmente opuesta es la que siente un servidor cuando está frente a los de este film. Sobre todo los que se llevan a cabo entre el que podemos denominar protagonista Georges (Daniel Auteuil) y Majid (Maurice Bénichou), incluso con el hijo de este (Walid Afkir), de alguna manera uno representa a la Francia que machacó a los argelinos (representado por los otros dos) como parte de la metáfora general que supone la producción.

El caso es que tanto los irreconciliables diálogos, como los planos que utiliza el director demuestran una y otra vez lo que anteriormente hacíamos referencia de la metáfora narrativa, viene a poner al espectador en la diatriba moral de que todo el mundo tiene un pasado oculto. En este caso es bastante evidente que trata sobre la colonización francesa sobre Argelia, pero cualquier espectador o país puede sentirse identificado ya que todos tenemos algo que esconder y que en algunos caso vuelve a salir a flote tarde o temprano.

No obstante la película podría tener muchas vertientes en cuanto a su análisis, incluso si la tomamos plano a plano, cada uno le podemos dar una interpretación distinta, aunque hay alguno muy rotundos. Les recomiendo su visionado para que ustedes mismos por ejemplo busquen una solución al tema de las cintas que aparecen en el domicilio de la familia Laurent, que opinión les merece, incluso sobre el final abierto que plantea Haneke al acabarla.

TRONCHA

miércoles, 21 de abril de 2010

"Madre" de Mikio Naruse

El cine de Naruse se ha caracterizado por ser el mayor exponente del concepto Mono no aware que dicho en cristiano aunque no sea demasiado explicativo significa algo así como la belleza de lo efímero. Es cierto que lo que vemos cuando estamos delante de uno de sus trabajos es de una exquisitez y de una sensibilidad increíbles, pero la frase que prefiero para definir su estilo es la del gran emperador (Kurosawa), que afirmaba que el cine de su compatriota era como un gran rio en el que la superficie permanece calmada, pero debajo de esta, el fondo está lleno de turbulencias.

A primera vista la historia que nos cuenta en este trabajo podría parecer pesimista se obtendría una primera imagen bastante errónea, si no rascamos en la superficie. Para alguien que no indagara mucho, lo que Naruse muestra es el día a día de una familia que está pagando las consecuencias de que su país sea uno de los perdedores de la guerra y no se equivocaría. Pero como dice el gran maestro Kurosawa, hay que mirar el fondo, donde están las turbulencias, mirar dentro de los personajes para darnos cuenta de lo que realmente el director nos quiere mostrar.

Sus bases para contar la historia son siempre femeninas, las mujeres de sus películas son los ejes en torno a los cuales gira toda la historia. En este ejemplo Masako (Kinuyo Tanaka) es la madre de todos los que componen la casa, es el núcleo de tan peculiar conjunto de personajes, el nexo que une a todos. Es de destacar que siendo la japonesa una sociedad a primera vista bastante machista, su cine nos ha mostrado muchos ejemplos de mujeres con bastante influencia y protagonismo a la hora de decidir los designios de sus existencias.

En este caso en el que ahora estamos inmersos las mujeres siempre llevan la voz cantante, los hombres están como en una especie de segundo plano, son necesarios para la narración, por supuesto, pero no con la rotundidad que lo son las féminas. Ellas, por unas causas u otras acaban soportando el peso de la responsabilidad, son las que tiran para delante del carro, trabajando, cuidando la casa, los hijos el marido y siempre esbozando una sonrisa. Como ejemplo de esto hay escena definitiva en la que después de ver que todos han ido a dormir, Masako, no puede más con la tensión y sale a la calle a llorar al ver que ha conseguido un día más que los suyos estén bien.

Dentro de este entorno de necesidad y de carencias materiales que nos describe Naruse siempre hay un rayo de luz, de alegría por momentos efímeros y pequeños que en realidad son los que dan sentido a la vida. Ese momento necesario para relajar la tensión de la cotidianeidad y para evitar la depresión, el director se da cuenta de ello y para contrarrestar esa negatividad pone a los personajes de los dos pequeños de la casa que son los que realmente distienden la narración cuando está se tensa y parece convertirse en un drama de magnitudes mayores.

Haciendo una vez más hincapié en lo mismo, la película tiene una carga de profundidad bastante notable, eso no quiere decir que la superficie sea desdeñable. El uso de la cámara es increíble, llegando a plasmar algunos encuadres de gran plasticidad, incluso que inspiran poesía. Pero ya digo que debajo es donde está la chicha, donde vemos de lo que una familia es capaz de hacer por amor a una sacrificada, incluso aunque las decisiones que tomen sean de una firmeza increíble y lleven implícitas el dolor y sufrimiento propio y del resto.



TRONCHA

lunes, 19 de abril de 2010

"Gente de mala calidad" de José Cavestany

Si soy sincero con ustedes no se por donde empezar esta reseña, el título ofrecía bastante desconfianza, no haber oído hablar de ella era algo positivo, pero transcurrido un tiempo ya desde su estreno no tanto. Del realizador poco sabía, y entonces va uno y se acerca por ejemplo a internet para husmear lo que acumula a sus espaldas, es entonces cuando uno sale más espantado todavía si cabe. Pero claro como a todo el mundo hay que darle su oportunidad, no iba a ser menos con el trabajo de Cavestany, aunque luego sea para ponerle verde como va a ser el caso de los párrafos que vayan seguidos a este.

Hay críticos que defienden que para analizar una obra hay que saber lo que el realizador pretendía reflejar con ella, para ver si realmente lo ha logrado, en mi opinión esto es tener demasiadas pistas. Por otro lado hay otro grupo que defiende que la película hay que intentar analizarla como una obra independiente y analizar las intenciones del director como parte de un todo. Si me preguntan en este caso cuales eran las intenciones del padre de la criatura les juro que no se ven por ningún lado, teorías podíamos plantear unas cuantas pero de verdad que sería una perdida de tiempo y no merece la pena.

Esta es una película rala, sin pretensión ninguna, y si la tuviera para nada queda reflejada en ningún momento. Los personajes están totalmente deslavazados, no tienen perfil ninguno y ni siquiera se ha preocupado en desarrollarlos, vale que estemos en una película coral, pero un poco más de seriedad. Tenía pensado ir desarrollándolos más o menos uno a uno, pero es que la verdad es que no apetece demasiado, son tan defectuosos que no da ninguna gana. Claro que a la simplonería de estos contribuyen en gran manera sus interpretes, que tienen mucho de estrellas de televisión y poco de actores, la que es más actriz, Maribel Verdú (Osiris) es quizás la que peor personaje desarrolla no entendiendo muchos aspectos del mismo.

Al principio y por el desarrollo de la historia podría aparecer la idea en nuestra mente de que estamos ante un retrato de la sociedad actual o para ser más exactos de hace unos pocos años. Yo he vivido dicha época y ni yo, ni nadie de mi entorno o cercano vive de una forma tan grotesca como lo hacen los personajes de la película. Pero no en serio sigan mi consejo y deséchenla de su mente, me lo agradecerán este dislate de filmación no tiene nada de eso, en todo caso refleja el absurdo, llegando incluso en ocasiones a rozar el ridículo, y esto si que trasciende hasta el espectador, porque les aseguro que en muchas ocasiones van a pasar vergüenza ajena.

Ni siquiera funciona el marco de comedia en el que se la ha querido enclavar, comedia amarga o intento de ello, insisto. No se puede negar que hay momentos en los que se esboza alguna sonrisa, pero de verdad que no llegarán a la carcajada. Lo peor de todo es que una y otra vez se recurre a las mismas fórmulas a la hora de realizar los chistes y claro ante esto llegado el omento el espectador ya sabe la gracia de turno que toca en cada momento determinado, perdiendo la espontaneidad del gag. En serio no merece la pena que por cuatro sonrisillas que vayan a esbozar se traguen noventa minutos de un completo desatino y trabajo muy mal confeccionado, evítenselo y dediquen su tiempo a menesteres que les reporten mayor placer.


TRONCHA

viernes, 16 de abril de 2010

"Los amantes del círculo polar" de Julio Medem

A muchas personas si les pidieras que te describieran una bonita historia, seguro que te hablarían de una historia en la que el amor cobrara mucho protagonismo. Es muy habitual que las personas busquen en el cine lo que no tienen en la vida real, o que si que poseen pero no de la manera que les gustaría que fuera. Lo que realmente hacen es proyectar sus ilusiones en la gran pantalla, para acabar identificándose con uno de los personajes y pretender que en su vida cotidiana suceda lo mismo que en la realización, algo bastante complicado ya que estamos tratando, nunca lo olvidemos, de ficción.

La película nos cuenta el amor que existe entre nuestros dos protagonistas Ana (Najwa Nimri) y Otto (Fele Martínez), una historia de amor realmente pura, que se inicia en la infancia, de repente sin más, cuando uno aun es un infante y todavía su mente se mantiene relativamente pura. Aun no está contaminada por los intereses o por la envidia, por los egoísmos y el materialismo, mentes ambas que irán descubriendo el amor al prójimo y sus variantes poco a poco probablemente de la forma más inocente, mostrándonos una relación sosegada, aunque intensa, incluso en cierta manera agradable.

Al mismo tiempo este planteamiento tan primario del amor y de su extensión en las vidas de los personajes se sirve a Medem como instrumento para criticar las relaciones de las personas. Intenta demostrarnos que la pureza de los sentimientos está en nuestros orígenes, que el ser humano se va volviendo peor, a medida que transcurren los años, nada es tan sincero y puro como al principio. Y para de verificarlo de una forma definitiva y tajante hace que nuestros dos protagonistas también acaben sucumbiendo a esta premisa, acaban haciendo de algo especial como era su relación, algo cotidiano e incluso anodino.

El realizador especula continuamente con los tempos de la película, tan pronto estamos en la realidad, como nos vemos inmersos en los sueños de los protagonistas, lo que vemos en muchas ocasiones no es real, por momentos nos situamos dentro de la mente de ellos para hacer más tangibles sus sentimientos. Con esto parece demostrarnos que el mundo de los sueños está impregnado de deseos hechos realidad, y que por el contrario la cruda realidad acaba chocando con la realización de muchos de estos deseos, si se me permite el trabalenguas.

Lo que pasa es que a veces la forma de narrar la historia la hace bastante simplona, hay escenas en las que rozamos la cursilada, dando incluso un poco de vergüenza ajena. Estamos ante un planteamiento tan minimalista en algunas de las ocasiones que se acaba traspasando la frontera de la inexpresividad, y a todo esto ayudan ambos protagonistas, sobre todo ella, ya que la Nimri, puede resultar bastante atractiva, pero para nada expresiva. Todo esto ayuda a diseñar esa imagen de frialdad que se pretende transmitir en todo momento del film, el frío es necesario para que todo funcione, es el elemento purificador.

La película goza de una gran inteligencia, con ciertas partes de inexpresividad, incluso si se me permite de infantilismo. La forma en la que está narrada no me gusta, las intervenciones de la voz en off son continuas y el cartel que da comienzo a cada segmento, todo esto se hace innecesario, debería ser capaz de apoyarse menos en estos diálogos y narrar mejor con la imagen. Aun así la filmación transcurre en una metáfora prácticamente continua que realmente la hace un producto agradable, metáforas agudas que están a todo lo largo del metraje.

TRONCHA

lunes, 12 de abril de 2010

"La diligencia" de John Ford

Que Ford es uno de los mejores no admite discusión, pocos o ninguno se pondrían en contra de su cine. Una de su principal virtud es que es un gran contador de historias, sus narraciones son de lo más interesante, no se limita a cumplir con las premisas del cine. Intenta que nos interese lo que estamos viendo que disfrutemos con el cuento que ha preparado para nosotros, mostrándonoslo a modo de aventura, haciendo un tipo de cine que puede interesar a todos y que como gran cualidad soporta perfectamente el paso del tiempo lo que le hace aun mejor si cabe.

La diligencia, probablemente sea uno de sus trabajos más conocidos y por supuesto una de sus obras maestras sin lugar a dudas. En este trabajo no se limita a mostrarnos el viaje del coche de caballos sin más y esperar a que tarde o temprano sea atacado por los apaches. Si lo pensamos fríamente los apaches como definiría en su día Hitchcock son el mcguffing de la película, no se ajusta del todo al concepto en sí, pero cumple con creces la tensión necesaria, para que el espectador este continuamente pendiente de en que rincón del recorrido va a surgir la disputa.

El gran plantel de personajes que nos muestra es donde reside el secreto del éxito de esta producción. Algo tan simple como el habitual recorrido de una diligencia, Ford la convierte en una aventura digna del mejor escritor de novelas. Un coche tirado por caballos que aparentemente va a partir prácticamente vacío por distintas circunstancias acaba llenándose a rebosar, por supuesto que nosotros mismos nos consideramos un viajero más, como pretende el realizador.

Todos los personajes tienen una serie de particularidades que les hacen distintas al resto, están perfectamente perfilados y cumplen la función que se les asigna. Dallas (Claire Trevor) ha sido expulsada del pueblo por su dudosa moral, la gente solo ha mirado su fachada nadie se ha detenido a mirar su interior. Ringo (John Wayne), tiene una deuda contraída y aunque incluso el amor se cruce delante de él, debe saldarla, su venganza no admite aplazamientos. Lucy Malory (Louise Platt) representa la alta sociedad, casada con un militar y de educación y moral refinadas, acaba dándose cuenta de lo que realmente es la vida. Hatfield (John Carradine) sudista, jugador y una especie de vividor, perdedor de la guerra, pero que le sirve al director para mostrar a los otros que disputaron la guerra. Y por supuesto como buen irlandés una pincelada de humor con el personaje del Doc Boone (Thomas Mitchell), doctor, siempre ebrio, una constante en los westerns y según se define a si mismo fatalista, pero que en realidad acaba asumiendo el papel de filántropo del grupo.

Me ha parecido oportuno definir a los personajes que tienen más relevancia en la realización porque creo que tienen una importancia increíble para que todo funcione a la perfección. La diligencia en realidad es un espacio realmente limitado que Ford hace increíblemente grande llenándolo de experiencias e interacciones entre los personajes. Las personas que deciden subir a ella no volverán a ser las mismas cuando el viaje llegue a su fin, este recorrido que discurre entre las inclemencias temporales y la amenaza constante del ataque indio, consigue sacar a todos lo mejor de ellos mismos.

A lo largo de los importante diálogos de los personajes, el director plantea una serie de temas que pueden interesar más o menos al espectador, como son la guerra de secesión, el tema de la venganza, el honor, etc. Pero el que quizás impera sobre el resto es el de la hipocresía, el de las falsas apariencias, el del parecer en lugar del ser. Esta claro que ford parece decirnos que el ser humano comete errores en su vida, que estos hay ocasiones en los que les persiguen toda ella, pero que aun así lo que realmente importa es que cualquiera puede ser feliz si mira hacia su interior y acaba encontrando algún resquicio de nobleza.

Estamos ante cine en estado puro, un cine sin recovecos, sin complicaciones, en estado literal, donde lo que vemos es lo que hay, un western con retazos de drama, de película de suspense y con por supuesto con sus momentos de humor incluso negro, en definitiva una fantástica producción que nadie debería perderse. Un largometraje que podríamos analizar desde muchos otros ángulos y que daría para bastantes palabras u horas de tertulia, como ya lo ha hecho generación tras generación.

TRONCHA

viernes, 9 de abril de 2010

"Pale flower" de Masushiro Shinoda

Para comenzar a hablar del trabajo de Shinoda vamos a intentar situarnos un poco en contexto, para así ayudar a la comprensión de su realización. Junto a Nagisha Osima y Shohei Imamura es una de las cabezas visibles del cine de la nueva ola japonesa, esos nuevos directores que intentan sacudirse el estilo que han impuesto los grandes maestros que les han precedido con anterioridad, Ozu, Kurosawa y Mizoguchi entre ellos. Esta nueva generación de directores pretende un punto de vista más social del cine, incluso dejando un poco de lado las tradiciones de siempre, llegando en ocasiones a occidentalizar bastante sus producciones.

Este título no podemos decir que pertenezca al ámbito del cine social anteriormente mencionado, pero si que podemos ver el sello de Shinoda. Trata los temas fundamentales de su cine y los que se repiten en casi todas sus trabajos, mencionándolos a todos, serian, el dolor, la belleza y la destrucción del amor pasional. No cabe duda alguna que según asistimos al devenir de los acontecimientos nos damos perfecta cuenta que la película que estamos tratando tiene bastante de estos tres temas.

Al igual que en Francia se produce el polar, en España esa pequeña época de cine negro, por mencionar dos nacionalidades cercanas. Japón no se libra de esta influencia y también comienza a realizar una serie de producciones en las que se ve clara la influencia del género negro americano. Este tipo de cine surge después de que los americanos abandonen el protectorado que ejercen sobre el pueblo nipón al ser uno de los perdedores de la segunda guerra mundial. De hecho nuestros personajes desarrollan sus diligencias entre boleras, calmando su sed con refrescos de Coca-Cola y llevando trajes de corte más occidental que los habituales negros japoneses.

Estamos ante la historia de Muraki (Ryo Ikebe) el principal protagonista y eje conductor de toda la historia, un yakuza que acaba de salir de la cárcel porque tuvo que realizar un trabajo para su jefe. Aunque pertenece a su grupo, su forma de actuar parece más bien solitaria, gozando incluso de cierta independencia que es ajena a otros miembros de su clan. En un local de juego conoce a Saeko (Mariko Kaga), una niña rica que está cansada de su vida y que decide sumergirse en el mundo del juego y de las apuestas para dar un mayor aliciente a su existencia.

Muraki ejerce como mecenas de la chica cuando ella decide dedicarse a gastar su dinero en partidas de profesionales, a partir de aquí es cuando estamos más cerca del yakuza, nos damos cuenta de sus sentimientos de cómo ha cambiado su vida. Es consciente que quien decide unirse a la yakuza lo hace para siempre, cumplir con los preceptos de honor, obligación y deber que dicha organización promulga le es fácil. El problema surge cuando los sentimientos interfieren en su vida, cuando Muraki deja de ser un hombre frío y dispuesto incluso a matar si así se le ordena, para darse cuenta que hay más cosas que merecen la pena y quizás se las haya perdido por equivocar su camino.

La forma de la narrar la historia recuerda una vez más a ese camino que todo samurai debe recorrer para conseguir o limpiar su honor. En este caso apartándolo de esta idea clásica, el solitario caminar de Muraki le identifica como un hombre más, como un hombre cualquiera que por las exigencias de la vida tiene que renunciar a algunos de sus encantos y por tanto no puede evitar que le infrinjan dolor. El final resume a la perfección lo que he explicado en las líneas anteriores, por esto y otros aspectos del film, Shinoda se convierte en un director de referencia en la historia del cine japonés muy a tener en cuenta.

TRONCHA

miércoles, 7 de abril de 2010

"El último metro" de François Truffaut

Ya iba siendo hora que en este particular rincón le fuéramos haciendo un hueco al maestro francés, si mi memoria no me falla creo que es la primera entrada de una de sus películas. La verdad es que no tenemos perdón de ninguna de las maneras, haber relegado durante tiempo al principal precursor de la Nouvelle vague, a un exacerbado amante del cine, que incluso en ocasiones declaró que lo consideraba más importante que la vida misma. Y que prefería ver esta por la prisma imaginario que le ofrecía el séptimo arte que por el de la realidad en si.

La historia de "El último metro", se sitúa en los años de la Francia ocupada durante la segunda guerra mundial. Como ocupantes de territorio galo, los nazis imponen, entre otras muchas cosas, el toque de queda a los habitantes de París, por tanto a diario se apresuran para coger ese último metro que les lleve a sus domicilios antes de que las calles queden desiertas.

Si atendemos a esta breve introducción podemos pensar que Truffaut se adentra en los entresijos de la gran conflagración mundial y que nos llega a situar frente a un film político, nada más lejos de las intenciones del realizador. Ni siquiera debemos pensar que utilice dicha etapa de la historia de Francia para tomar una actitud moralizadora sobre ella. Este entorno para lo que realmente le sirve es para realizar con este film su particular homenaje a la gente del teatro.

Los personajes que perfilan su película viven prácticamente ajenos al conflicto que les rodea, por supuesto que sus vidas están determinadas por ello, incluso algunos de ellos van a participar de forma activa. Pero eso no es lo realmente importante de la película, lo que interesa son los sentimientos y las relaciones en el grupo. Dejando quizás la duda al espectador de si en aquellos tiempos y viendo lo que estaba ocurriendo en el resto de Europa, lo propio era hacer teatro o tomar un arma y marchar al frente a luchar por la libertad.

Elogiar la interpretación de los dos protagonistas Marion Steiner (Catherine Deneuve) y Bernard Granger (Gérard Depardieu), sobre todo la de ella, mujer entre dos mundos y dos hombres. Aunque en honor a la verdad he de decir que lo que menos me creo de toda la historia es la historia de amor que surje entre ambos, lo hace de manera espontánea, poco elabora y para mi nada verdadera. Es como si el realizador hubiera forzado un poco la máquina para mostrarnos a una Deneuve mucho menos fría (más apasionada) que en otros trabajos suyos.

El hecho es que a través de la fantástica actriz nos muestra esos dos mundos que coexistieron durante esa y otras conflagraciones bélicas, el de la superficie, lleno de hipocresías y disimulos, ambas posturas necesarias para poder conservar la vida. Por otro lado el mundo subterráneo, el habitado por los perseguidos por los que no pueden arriesgar un ápice ya que su vida se resolvería de inmediato. Pues entre ambos planos es donde ella se mueve como pez en el agua, en una especie de descenso al infierno y ascenso a los cielos.



TRONCHA