"Nuestro hombre en Milán" de Fernando di Leo
You can read this text translated into english at: La mala ordina
Después del buen sabor de boca que me había dejado el anterior trabajo que el director italiano había rodado ese mismo año como era "Milán, calibre 9" (1972), me adentré totalmente ilusionado en este nuevo proyecto. Incluso en algunos mentideros se había considerado que el trabajo que ahora acometo, junto con el anteriormente mencionado y "Secuestro de una mujer" (1973) forman parte de una trilogía, desde aquí decir que no estoy de acuerdo.
No existen bajo mi punto de vista las coincidencias necesarias como para que se pueda conceder la denominación de trilogía, bueno, yendo al trabajo que ahora nos interesa, podremos decir que la situación vuelva a ubicarse en Milán. Algo a lo que quizás no estamos demasiado acostumbrados, di Leo, con esto parece demostrar que el hampa y la mafia italiana no solo trabaja en el sur, donde históricamente siempre han sido más conocidos, incluso al otro lado del Atlántico en Estados Unidos.
Como apuntábamos en anteriores párrafos es supuesta segunda entrega de la trilogía se caracteriza por el contraste con la anterior “Milán, calibre 9”. Partiendo del personaje del protagonista Luca di Canale (Mario Adorf) en el que no vemos al típico gangster de corte caballeresco al que habitualmente nos tiene acostumbrado el cine negro, aquí estamos ante un hombre más primario, que rige sus acciones por el impulso y sobre todo marcado por el instinto de supervivencia, pero por encima de todo esto el afán de venganza.
La acción tampoco es siquiera similar, en nuestro trabajo las peleas y escenas de acción se asemejan más a una película de lucha oriental, para nada tienen la carga de sobriedad que exige el género. Estamos acostumbrados a lides de cierta elegancia entre enemigos, pero en nuestro caso a veces roza más las acciones de pandilleros de Hong Kong con incipientes conocimientos de artes marciales.
El que suscribe estas palabras y muchos de los que probablemente a posteriori las lean, sabemos lo que es el carácter latino, los pueblos que el mediterráneo baña en su gran mayoría gozan de una fogosidad que nos comprensible para pueblos más hacia el norte. La producción es un reflejo de este carácter, las escenas de destape y de desnudos baratos se suceden una y otra vez, con poco gusto, que recuerdan aquella maldita época del cine patrio llamada destape.
No existen bajo mi punto de vista las coincidencias necesarias como para que se pueda conceder la denominación de trilogía, bueno, yendo al trabajo que ahora nos interesa, podremos decir que la situación vuelva a ubicarse en Milán. Algo a lo que quizás no estamos demasiado acostumbrados, di Leo, con esto parece demostrar que el hampa y la mafia italiana no solo trabaja en el sur, donde históricamente siempre han sido más conocidos, incluso al otro lado del Atlántico en Estados Unidos.
Como apuntábamos en anteriores párrafos es supuesta segunda entrega de la trilogía se caracteriza por el contraste con la anterior “Milán, calibre 9”. Partiendo del personaje del protagonista Luca di Canale (Mario Adorf) en el que no vemos al típico gangster de corte caballeresco al que habitualmente nos tiene acostumbrado el cine negro, aquí estamos ante un hombre más primario, que rige sus acciones por el impulso y sobre todo marcado por el instinto de supervivencia, pero por encima de todo esto el afán de venganza.
La acción tampoco es siquiera similar, en nuestro trabajo las peleas y escenas de acción se asemejan más a una película de lucha oriental, para nada tienen la carga de sobriedad que exige el género. Estamos acostumbrados a lides de cierta elegancia entre enemigos, pero en nuestro caso a veces roza más las acciones de pandilleros de Hong Kong con incipientes conocimientos de artes marciales.
El que suscribe estas palabras y muchos de los que probablemente a posteriori las lean, sabemos lo que es el carácter latino, los pueblos que el mediterráneo baña en su gran mayoría gozan de una fogosidad que nos comprensible para pueblos más hacia el norte. La producción es un reflejo de este carácter, las escenas de destape y de desnudos baratos se suceden una y otra vez, con poco gusto, que recuerdan aquella maldita época del cine patrio llamada destape.
TRONCHA
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