"7 vírgenes" de Alberto Rodríguez
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En esta tierra que me vio nacer siempre hemos sido muy dados a sacar héroes de donde no los hay,cuanto más sales en televisión o el papel couché más habla de ti, más vales, cuando mi pensamiento ha sido que las personas valen por lo que realmente son y por sus capacidades, no por presencia, algo que suele ir acompañado de la ausencia de contenido. Si esto ocurre a nivel nacional, a nivel de barrio también sucede, no me digan que no se acuerdan de ese o esos tipejos de su barrio que no estudiaban, tenían lo que querían, vivían genial y encima se mofaban del resto por saber vivir mejor que todos nosotros.
El cine ha sido bastante dado a retratar esta figura de "rebelde social" por llamarlo de alguna manera, en concreto alrededor de los años ochenta es cuando parecen surgir varios ejemplos de producciones del tipo al que me estoy refiriendo, como aquí hay veces que no aprendemos. Pues nos da por insistir y pensar que si a alguien le ha ido bien haciendo algo nosotros repetirlo para que el éxito se venga a nuestro terreno, por tanto la historia del fin de semana con el Tano (Juan José Ballesta) no es nada original y por lo tanto interesante, es algo que ya hemos visto y que nos deja como si tal cosa.
Otro de los problemas que veo en este tipo de historias callejeras, es que los realizadores, en nuestro caso Alberto Rodríguez intentan dar al personaje mucha mayor profundidad que la que realmente tiene, porque motivo sitúan al protagonista ante ciertas disyuntivas morales e incluso disquisiciones de carácter filosófico. Realmente este tipo de individuos son mucho más simples de lo que nos quieren vender a los pringaos como nosotros, como se jactan de llamarnos al no ver la vida como la ven ellos, son victimas de su propia estupidez, porque teniendo ejemplos vividos en sus propias carnes, insisten en mantener un ritmo de vida frenético hasta que el cuerpo aguante.
Mi rechazo a este tipo de cine probablemente surja porque no consigo identificarme con los personajes y eso es algo que creo imprescindible en la labor de un realizador, que se aseguraría probablemente que nos interesáramos más por todo. No me resultan atractivas las historias de gente que no se ha esforzado y que es amigo de lo ajeno, que pretende ser más que nadie por el simple hecho de que no eres como él, en el fondo gente desgraciada que habita más lejos de la felicidad de lo que se pueden imaginar.
La obra no tiene prácticamente nada destacable, se vuelve a abusar del efecto cámara al hombro, algo que en esta década está muy de moda aunque en muchísimas ocasiones no tenga sentido alguno, por otro lado los interpretes, sobre todo los que gozan del protagonismo nunca me han parecido buenos. Se desperdicia en mi opinión a dos buenos secundarios como son Ana Wagener y Antonio Dechent dándoles sendos papeles insignificantes, el caso es que si pueden evítenla porque la vida vende muy caro el tiempo y no es que estemos para excesos.
El cine ha sido bastante dado a retratar esta figura de "rebelde social" por llamarlo de alguna manera, en concreto alrededor de los años ochenta es cuando parecen surgir varios ejemplos de producciones del tipo al que me estoy refiriendo, como aquí hay veces que no aprendemos. Pues nos da por insistir y pensar que si a alguien le ha ido bien haciendo algo nosotros repetirlo para que el éxito se venga a nuestro terreno, por tanto la historia del fin de semana con el Tano (Juan José Ballesta) no es nada original y por lo tanto interesante, es algo que ya hemos visto y que nos deja como si tal cosa.
Otro de los problemas que veo en este tipo de historias callejeras, es que los realizadores, en nuestro caso Alberto Rodríguez intentan dar al personaje mucha mayor profundidad que la que realmente tiene, porque motivo sitúan al protagonista ante ciertas disyuntivas morales e incluso disquisiciones de carácter filosófico. Realmente este tipo de individuos son mucho más simples de lo que nos quieren vender a los pringaos como nosotros, como se jactan de llamarnos al no ver la vida como la ven ellos, son victimas de su propia estupidez, porque teniendo ejemplos vividos en sus propias carnes, insisten en mantener un ritmo de vida frenético hasta que el cuerpo aguante.
Mi rechazo a este tipo de cine probablemente surja porque no consigo identificarme con los personajes y eso es algo que creo imprescindible en la labor de un realizador, que se aseguraría probablemente que nos interesáramos más por todo. No me resultan atractivas las historias de gente que no se ha esforzado y que es amigo de lo ajeno, que pretende ser más que nadie por el simple hecho de que no eres como él, en el fondo gente desgraciada que habita más lejos de la felicidad de lo que se pueden imaginar.
La obra no tiene prácticamente nada destacable, se vuelve a abusar del efecto cámara al hombro, algo que en esta década está muy de moda aunque en muchísimas ocasiones no tenga sentido alguno, por otro lado los interpretes, sobre todo los que gozan del protagonismo nunca me han parecido buenos. Se desperdicia en mi opinión a dos buenos secundarios como son Ana Wagener y Antonio Dechent dándoles sendos papeles insignificantes, el caso es que si pueden evítenla porque la vida vende muy caro el tiempo y no es que estemos para excesos.
TRONCHA
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