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miércoles, 13 de febrero de 2008

"Fanny y Alexander" de Ingmar Bergman

Que equivocada esta la gente cuando simplemente la duración de una película les echa para atrás a la hora de visionarla, seamos cabales, hay casos en los que largos de ochenta minutos se hacen indigeribles y sin embargo hay casos como el que ahora mismo nos atañe en donde estamos en una duración superior a tres horas y no nos preocupa lo más mínimo, porque estamos entretenidos durante todo ese tiempo y quizás más si el realizador así se lo propusiera, si señores el cine principalmente es entretenimiento.

Cada vez que me pongo frente a una obra de Bergman me doy cuenta que es un cineasta que ha seguido una misma línea durante toda su carrera, que ha sido fiel a su forma de hacer cine y que no la ha abandonado, le pese a quien le pese, también en honor a la verdad hay que decir que no estamos ante uno de los fáciles, su forma de expresar los sentimientos e intentar transmitirlos al espectador a través de la pantalla, en ocasiones requiere de un esfuerzo adicional por parte del mismo.

En esta ocasión a través de los inocentes ojos de un niño vamos a ser testigos de toda una serie de circunstancias de su vida en la que todo va a influir para su posterior desarrollo, ya sea de una manera favorable o justo al contrario, como siempre se ha dicho, los niños son como esponjas, los ojos de Alexander (Bertil Guve) nos muestran lo que pueden llegar a gozar y a padecer las almas de las personas, Bergman, se sirve de él para que nosotros también las sintamos y no quedemos impasibles frente a la butaca, por supuesto toda esta labor se ve muy ayudada por la extraordinaria imaginación del protagonista.

El director muestra dos estadios completamente distintos de la vida de Alexander, el comienzo en el que este vive rodeado de su familia los Ekdhal, un grupo de simpáticos libertinos muy dados a la promiscuidad, cuyos rasgos principales son la bondad, la alegría, el compartir con el prójimo, incluso en cierta manera el derroche aunque bien justificado, la muerte de Oscar (Allan Edwall), padre de Alexander es el detonante para que todo este cosmos se venga abajo, su madre Emilie (Ewa Fröling) contrae de nuevo matrimonio con el obispo Eduard Vergerus (Jan Malmsjö) a partir de aquí llega el infierno, todo es austeridad, falta de sentimientos, dura educación e incluso privación total de libertad.

El contraste se muestra de una manera tan clara que incluso cuando estamos viendo las escenas que pertenecen a una de las dos etapas anteriormente descritas, no solo cambia el talante de los actores, sino que su entorno, incluso su vestuario sufre un cambio radical pasando de vivos colores al negro sobrio de la casa del obispo, desde aquí dar un sobresaliente al director artístico que ha sido el principal culpable en remarcar de una forma muy visual este claro contraste.

El momento más álgido de la narración bajo mi punto de vista pertenece a la muerte del padre, pero durante toda la trayectoria del metraje no tenemos motivo para relajarnos, ya que a través de los diálogos o de algunas escenas, asistimos a una serie de picos, una especie de píldoras o chispas de humor que nos mantienen alerta sin dejarnos bajar la guardia, por supuesto viniendo del director sueco son retazos de un humor bastante negro, pero al fin y al cabo arrancan la carcajada del espectador.

Cualquier situación de las que podemos observar en el largometraje puede dar lugar a distintas interpretaciones de cada uno de nosotros, yo propongo la mía, por supuesto no se si muy acertada o no pero si recordamos la primera escena en la que Alexander está jugando con un teatrillo de cartón a escala lo unimos con su fértil imaginación podríamos pensar que todo el film simplemente ha sido fruto de su mente, no me parece tan descabellada ya que los encuadres y composiciones de la cámara de Bergman, sugieren continuamente esta idea, los actores parece que en ocasiones están encima de las tablas en vez de frente a una cámara.

TRONCHA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena película, si señor. Y en donde el genial Bergman nos cuenta una magnífica e inquietante historia, con ese estilo tan peculiar que siempre ha dado a sus filmes. Buen trabajo amigo Troncha. Saludos!!!

Anónimo dijo...

Vaya, esta es una de mis favoritas.
Me gusta como retrata a los personajes, cine europeo del bueno, donde los personajes son lo primero.
Saludos

Leolo