"Inland empire" de David Lynch
El cine en general se ha definido de muchísimas maneras a lo largo de la historia del mismo, la ventana de los sueños, factoría de ilusiones, y muchas más, para mi es algo grandioso que me hace disfrutar, con todo lo que ello implica, todas sus virtudes y defectos, la película sobre la que voy a escribir, para mi es la película más compleja que he visto en mi vida; efectivamente complejidad es el calificativo que mejor la designa, y eso que cuando me dirigí a la sala de cine a visualizarla, ya iba vitaminado y supermineralizado de lo que es David Lynch, sin ninguna pretensión de entender el argumento de la obra.
Desde el primer segundo de la película me doy cuenta que estoy dentro del universo de Lynch, la nave de mi mente, ha dejado atrás el hiperespacio y se adentra en los confines de la oscura y dificultosa nebulosa creada por este director, este mundo esta lleno de elementos propios y representativos suyos, son esas cosas que al verlas nos damos cuenta que estamos frente a una realización del director de Montana, son componentes simples, pero que aparecen en gran parte de sus obras.
Haciendo un breve repaso de todos, vamos a encontrarnos las típicas cortinas rojas, esas enigmáticas cortinas detrás de las cuales podemos encontrar cualquier cosa, o al menos eso es lo que nos parece a través de las imágenes, otra de las opciones habituales son los contrastes de iluminación en lo que nos referimos a los ambientes, el que permanece en un segundo plano siempre será un espacio oscuro, quizás una habitación, pero casi siempre un pasillo, ese pasillo que todos tenemos en casa, nos da la sensación de que nos hemos internado en un pasaje tenebroso que genera tensión y acrecienta el clímax.
Una constante de su cine supone también la introducción de personajes, siniestros, retorcidos, que incluso producen repulsa, que disfrutan revelando algún misterio a los protagonistas o sumiéndolos mayormente en la intriga, en este caso encarnado en el peculiar personaje de la vecina (Grace Zabriskie). En cuanto al tema de los tacones, me atrevo incluso a decir que Lynch es un fetichista de este tipo de calzado, ya que es el tema recurrente por antonomasia, sus mujeres salen hasta a comprar el pan en zapatos de tacón. Y una última observación, no se han fijado en que tampoco en sus largometrajes hay una curiosa primacía de los teléfonos fijos, frente a los móviles, tan modernos y actuales.
En general observamos que el director norteamericano es un animal de costumbres y de recurrentes elementos, de ahí que incluso nos sea mucho más fácil definirle a él como creador que a sus propias creaciones, no obstante, parece que cada nueva película tiene un juego de tuerca más, como si desafiara al espectador a intentar comprender su cine, e intentando demostrarle que es capaz de superarse a si mismo, algo que me dejo estupefacto, como fue la inclusión de la trama polaca en el film, incluso rodada por un equipo de filmación polaco, y en la misma Polonia.
De repente el realizador sumerge a Nikki o Susan (Laura Dern), como ustedes prefieran en su océano fílmico, para llevarla a través del tiempo a vivir una serie de experiencias, que no sabemos si pertenecen al presente o realmente al pasado, son sensaciones que la protagonista parece haber vivido antes, pero nunca respetando la línea temporal, este complejo planteamiento es el que sustenta la película, de la película que se está rodando y de la que los personajes al igual que el espectador no parecen distinguir cuando están viviendo ficción y realidad, un reto para cualquiera que se situé enfrente de la pantalla.
Por supuesto para nada es una película de personajes sino de situaciones, a veces comprensibles y a veces no tanto, donde para mi si que puede estar el fallo de la cinta es en su falta de conectividad en la historia, en ocasiones hace que nos hallemos perdidos, incluso parece que Lynch es consciente de esto y nos deleita con una especie de sustos pelín maniqueos para mantener viva nuestra atención, y para rematar mucho más mi opinión asumo el riesgo de decir que el propio director acaba perdiéndose en su propia película, no tengo dudas al respecto de esto.
De entre todo destaco la genial y sarcástica interpretación del personaje de Freddie (Harry Dean Stanton) como ayudante de dirección de un no tan brillante Kingsley (Jeremy Irons) que pasa sin más por el film y la intervención de las prostitutas y sus coreográficos números musicales, los cuales arrancaban mi mejor sonrisa cuando aparecían en pantalla, personajes a caballo entre lo bizarro y ese placer por lo salvaje, por lo prohibido del sexo, que todos tenemos dentro aunque a veces no queramos reconocerlo.
Por cierto ¿Hay por ahí un destornillador? Juraría haberlo estado viendo de acá para allá durante toda la película…
Desde el primer segundo de la película me doy cuenta que estoy dentro del universo de Lynch, la nave de mi mente, ha dejado atrás el hiperespacio y se adentra en los confines de la oscura y dificultosa nebulosa creada por este director, este mundo esta lleno de elementos propios y representativos suyos, son esas cosas que al verlas nos damos cuenta que estamos frente a una realización del director de Montana, son componentes simples, pero que aparecen en gran parte de sus obras.
Haciendo un breve repaso de todos, vamos a encontrarnos las típicas cortinas rojas, esas enigmáticas cortinas detrás de las cuales podemos encontrar cualquier cosa, o al menos eso es lo que nos parece a través de las imágenes, otra de las opciones habituales son los contrastes de iluminación en lo que nos referimos a los ambientes, el que permanece en un segundo plano siempre será un espacio oscuro, quizás una habitación, pero casi siempre un pasillo, ese pasillo que todos tenemos en casa, nos da la sensación de que nos hemos internado en un pasaje tenebroso que genera tensión y acrecienta el clímax.
Una constante de su cine supone también la introducción de personajes, siniestros, retorcidos, que incluso producen repulsa, que disfrutan revelando algún misterio a los protagonistas o sumiéndolos mayormente en la intriga, en este caso encarnado en el peculiar personaje de la vecina (Grace Zabriskie). En cuanto al tema de los tacones, me atrevo incluso a decir que Lynch es un fetichista de este tipo de calzado, ya que es el tema recurrente por antonomasia, sus mujeres salen hasta a comprar el pan en zapatos de tacón. Y una última observación, no se han fijado en que tampoco en sus largometrajes hay una curiosa primacía de los teléfonos fijos, frente a los móviles, tan modernos y actuales.
En general observamos que el director norteamericano es un animal de costumbres y de recurrentes elementos, de ahí que incluso nos sea mucho más fácil definirle a él como creador que a sus propias creaciones, no obstante, parece que cada nueva película tiene un juego de tuerca más, como si desafiara al espectador a intentar comprender su cine, e intentando demostrarle que es capaz de superarse a si mismo, algo que me dejo estupefacto, como fue la inclusión de la trama polaca en el film, incluso rodada por un equipo de filmación polaco, y en la misma Polonia.
De repente el realizador sumerge a Nikki o Susan (Laura Dern), como ustedes prefieran en su océano fílmico, para llevarla a través del tiempo a vivir una serie de experiencias, que no sabemos si pertenecen al presente o realmente al pasado, son sensaciones que la protagonista parece haber vivido antes, pero nunca respetando la línea temporal, este complejo planteamiento es el que sustenta la película, de la película que se está rodando y de la que los personajes al igual que el espectador no parecen distinguir cuando están viviendo ficción y realidad, un reto para cualquiera que se situé enfrente de la pantalla.
Por supuesto para nada es una película de personajes sino de situaciones, a veces comprensibles y a veces no tanto, donde para mi si que puede estar el fallo de la cinta es en su falta de conectividad en la historia, en ocasiones hace que nos hallemos perdidos, incluso parece que Lynch es consciente de esto y nos deleita con una especie de sustos pelín maniqueos para mantener viva nuestra atención, y para rematar mucho más mi opinión asumo el riesgo de decir que el propio director acaba perdiéndose en su propia película, no tengo dudas al respecto de esto.
De entre todo destaco la genial y sarcástica interpretación del personaje de Freddie (Harry Dean Stanton) como ayudante de dirección de un no tan brillante Kingsley (Jeremy Irons) que pasa sin más por el film y la intervención de las prostitutas y sus coreográficos números musicales, los cuales arrancaban mi mejor sonrisa cuando aparecían en pantalla, personajes a caballo entre lo bizarro y ese placer por lo salvaje, por lo prohibido del sexo, que todos tenemos dentro aunque a veces no queramos reconocerlo.
Por cierto ¿Hay por ahí un destornillador? Juraría haberlo estado viendo de acá para allá durante toda la película…
TRONCHA
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