"Pickpocket" de Robert Bresson
Supongo que algo tiene que tener el cine francés para que de alguna manera en la historia del cine universal tenga colocadas bastantes de sus películas, como grandes obras, esta me parece una de ellas, en contraste a todo esto nuestro cine, quien tiene más bien pocas y de las destacables, están las de Luis Buñuel, que para mas inri no se llevó nada mal precisamente con nuestros vecinos del país de arriba.
Un pobre hombre que realmente no tiene fuerzas para luchar por nada, ni siquiera consigo mismo para poder salir hacia delante, se ve inmerso en una vida de espaldas a la ley, una vida relativamente fácil que le mantiene y sustenta, aunque de alguna manera poco a poco acaba devorando su propio alma, incluso dándose cuenta al final del todo, que cualquier cosa hubiera sido posible, si al menos lo hubiera intentado.
En esta ocasión Bresson lanza a Michel (Martin LaSalle) a la calle arrepentido de haber cometido una falta grave contra su propia madre y que no es capaz de afrontar, intenta volver a verla pero no consigue hacerlo, y acaba comunicándose con ella a través de su joven vecina Jeanne (Marika Green) y siempre protegido por su amigo Jacques (Pierre Leymarie), por decirlo de alguna manera su ángel de la guarda.
Michel acaba siendo pickpocket, o como se diría en español, carterista, llegamos a ver la evolución de sus robos y movimientos y como influye de alguna manera los cómplices que acaba teniendo en su carrera de delincuente, y por supuesto mejor aun la técnica, las escenas de los robos de cartera en general, son exquisitas, pero en particular la que se me antoja mejor de todas es la de la estación de tren, supone una coreografía fantástica simulando una compañía de ballet, en la que cada uno de sus componentes sabe en que lugar debe estar y que paso debe desarrollar, da la sensación de ser escenas de un difícil rodaje e incluso de haberlas rodado especialistas en ese tipo de hurtos. Y como no podía ser de otra manera como un gran artista que desea morir en el escenario su detención se produce en mitad de un hurto, en mitad de una se sus múltiples coreografías.
Una vez más, y ya van unas cuantas, me refiero al empleo de actores no profesionales por parte del director galo, esto lo que provoca es que la expresividad de los rostros y los movimientos de los mismos no logren transmitir las sensaciones que pretenden al espectador, de ello que en varias de sus obras el director utilice una voz en off, que en este caso es la de los propios pensamientos del protagonista, este es uno de los sellos personales que imprime esta peculiaridad a su cine
Un muy buen resultado digno de ver y de disfrutar con cierto regusto al inmediatamente posterior cine polar y a esas habilidosas y mecanicistas manos a las que nos llegó a acostumbrar el gran Jean-Pierre Melville en muchas de sus realizaciones.
Un pobre hombre que realmente no tiene fuerzas para luchar por nada, ni siquiera consigo mismo para poder salir hacia delante, se ve inmerso en una vida de espaldas a la ley, una vida relativamente fácil que le mantiene y sustenta, aunque de alguna manera poco a poco acaba devorando su propio alma, incluso dándose cuenta al final del todo, que cualquier cosa hubiera sido posible, si al menos lo hubiera intentado.
En esta ocasión Bresson lanza a Michel (Martin LaSalle) a la calle arrepentido de haber cometido una falta grave contra su propia madre y que no es capaz de afrontar, intenta volver a verla pero no consigue hacerlo, y acaba comunicándose con ella a través de su joven vecina Jeanne (Marika Green) y siempre protegido por su amigo Jacques (Pierre Leymarie), por decirlo de alguna manera su ángel de la guarda.
Michel acaba siendo pickpocket, o como se diría en español, carterista, llegamos a ver la evolución de sus robos y movimientos y como influye de alguna manera los cómplices que acaba teniendo en su carrera de delincuente, y por supuesto mejor aun la técnica, las escenas de los robos de cartera en general, son exquisitas, pero en particular la que se me antoja mejor de todas es la de la estación de tren, supone una coreografía fantástica simulando una compañía de ballet, en la que cada uno de sus componentes sabe en que lugar debe estar y que paso debe desarrollar, da la sensación de ser escenas de un difícil rodaje e incluso de haberlas rodado especialistas en ese tipo de hurtos. Y como no podía ser de otra manera como un gran artista que desea morir en el escenario su detención se produce en mitad de un hurto, en mitad de una se sus múltiples coreografías.
Una vez más, y ya van unas cuantas, me refiero al empleo de actores no profesionales por parte del director galo, esto lo que provoca es que la expresividad de los rostros y los movimientos de los mismos no logren transmitir las sensaciones que pretenden al espectador, de ello que en varias de sus obras el director utilice una voz en off, que en este caso es la de los propios pensamientos del protagonista, este es uno de los sellos personales que imprime esta peculiaridad a su cine
Un muy buen resultado digno de ver y de disfrutar con cierto regusto al inmediatamente posterior cine polar y a esas habilidosas y mecanicistas manos a las que nos llegó a acostumbrar el gran Jean-Pierre Melville en muchas de sus realizaciones.
TRONCHA
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