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viernes, 17 de julio de 2009

"Un vaso de whisky" de Julio Coll

You can read this text translated into english at: Un vaso de whisky

La importancia del cine negro español se me antoja grande si la comparamos con la totalidad de la filmografía patria a lo largo de nuestra historia, cumple un papel bastante relevante entre la década de los años cincuenta y sesenta, probablemente sea uno de los más olvidados. Otros cines de género tienen muchos más seguidores como podría ser el de terror, sin embargo este "Spanish Noir" quedó recogido en uno de los últimos cajones y pocos, pero que muy pocos hemos sido capaces de atrevernos a abrirlo para disfrutar de pleno de obras llenas de seriedad y que en muchas ocasiones supusieron los comienzos de algunos que posteriormente se empeñaron en realizar papeles de poco calado y mayor vergüenza.

Pienso que por norma general no hay que hacer lo que muchos hacen defender o atara a ultranza al cine español tan solo porque este sea de dentro de nuestras fronteras. Tan injusta me parece tanto una como otra postura, sentido común por favor, lo que es malo o bueno no entiende de nacionalidades. Por tanto no se debe discriminar nada solamente sabiendo de su nacionalidad, veamos y hablemos y analicemos, pero sin ver, mejor es mantenerse al margen.

Convencido también estoy de que la labor social que hace este cine es fundamental, si solo miramos en la superficie podría llegar a equivocarnos, recordemos que los elementos que lo componen son amantes de la noche, amantes de lo ajeno sobre todo. No es que les agrade cumplir la ley sobremanera, alcohol, tabaco, en definitiva vicios y malas costumbres, hombres vividores como nuestro protagonista Victor (Arturo Fernández), que no dudan en echar mano del bolso de su pareja para abonar la cuenta del cabaret en cuestión.

Pero si nos adentramos en este tipo de cine y vemos su trasfondo nos damos cuenta que es mucho más aleccionador que otros, echenle la culpa a la censura o a los códigos morales de la época. Tanto en Estados Unidos, su lugar de origen, como en España, el cine negro en general, castiga a quien la hace, o sea que termina pagándola. Mostrándonos que ante la vida el camino que vale es de la honradez y el de la honestidad, la ley está por encima de las personas y su brazo fuerte son las fuerzas de seguridad del estado, por cierto no muy presentes en este ejemplo.

La moralina inicial con al comienza el film no deja de ser curiosa, supone una especie de explicación del efecto dominó que puede acaecer en la vida de las personas cuando comenten ciertos actos y estos influyen en el resto de la humanidad. Quizás una pretensión un poco altanera del realizador Julio Coll, pero que no deja de ser plausible y por supuesto acaba estructurando su trabajo en base a esto, creando una serie de subtramas que acabarán confluyendo en una única, para demostrarnos lo veraz de su teoría.

La dignidad se mantiene de principio a fin de la película, aunque sea uno de los ejemplos en los que estemos más alejados del género policíaco, ya que la presencia de este cuerpo casi es testimonial, si que se crea una atmósfera propia de cine negro. Desarrollando la acción de noche, en cabarets, toca incluso de refilón el mundo del boxeo, algo típico en este tipo de trabajos, la ciudad es la ue asfixia a los personajes y la que los hace peores, realizando cierto contraste con la naturaleza de la que también tenemos cierto reflejo.

Definitivamente desde aquí defiendo, una vez más y ya van unas cuantas, este tipo de cine, aquí tenemos ante nosotros a un vividor que se aprovecha de su apolínea figura para vivir de las mujeres, los amigos no están cuando se les necesita porque realmente no eres amigo de nadie. Solo vale lo material, los sentimientos acaban machacados frente al resto de las cosas, planteándonos quizás quien es más culpable el que engaña o el que se deja engañar aun a sabiendas de ello, prueben entrar en este apasionante mundo ya verán como hay más de lo que puede parecer en un principio.


TRONCHA

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