"Andrei Rublev" de Andrei Tarkovsky
Hay veces que escribir sobre ciertas películas se hace una tarea bastante ardua, pero en este caso te guste o no, la verdad es que sobre esta se podría escribir bastante en varios aspectos, uno de ellos se ría el enfoque del propio director que ya en si me parece un realizador excepcional, se podría enfocar la película como tal contando una historia bastante inusual de la vida del pintor ruso Andrei Rublev y otra sería la historia de la cinta en si, las idas y venidas a Francia en concreto al Festival de Cannes, para a continuación distribuirse por las salas del país galo. Por esto intentaré hacer una amalgama de estos aspectos para tocar todos ellos.
Desde el momento en que acabé la visualización de la película me di cuenta que no era una historia al uso y estaba casi seguro que el gobierno soviético había tenido sus mas y sus menos con el director por haberle financiado esta obra en plena guerra fría, definitivamente estaba completamente seguro que el resultado final de la misma no era satisfactorio para ellos. En concreto es la segunda película de Tarkovsky, pero se ven retazos muy claros de lo que a posteriori vamos a encontrar en su cine, ya que siempre fue muy fiel a si mismo, con las consecuencias que estoy acabaría deparándole.
La estructura del film, es bastante curiosa, se divide en tres partes de la supuesta pasión según Andrei y cada uno de estos a su vez se dividen en episodios de la vida del pintor de iconos y de interiores de iglesias y catedrales bizantinas rusas, Andrei Rublev (Anatoli Solonitsyn) la historia se basa sobre todo en la persona del pintor, lo que siente o padece, sus sentimientos, dibujándonos una figura atormentada, de perfil duro y que de alguna manera vive en desacuerdo con su época, generando su propia idea sobre las sagradas escrituras, el ambiente histórico le sirve al realizador ruso de soporte tan solo, ya que las escenas donde se reflejan las luchas entre príncipes rusos y sus alianzas con los tártaros y mongoles se me antojan mucho menos trabajadas y como consecuencia de ello menos vistosas.
En este film Tarkovsky ya empieza a desvelar muchas de las claves que en el futuro seguirá utilizando en venideros trabajos, aun siendo en blanco y negro nos muestra la grandiosidad de la naturaleza, del entorno ruso, lo extremo de su climatología y de alguna manera lo que esto condiciona la vida de sus habitantes, los minimiza ante tanta magnitud, incluso en este trabajo llega a compararlos con hormigas de un hormiguero en las escenas cenitales en que aparecen multitudes. Un elemento que no he logrado descubrir el papel que ocupa es el de la inclusión de caballos en distintas escenas, por supuesto que no están incluidos al azar pero se me escapa que representan.
Empezamos a ver los grandes encuadres a los que acabaremos acostumbrándonos, a esa disección de los rostros y a llegar a pensar en ocasiones que estamos delante de cuadros debido a la colocación de los personajes y por supuesto al cuidado movimiento de cámara, va y viene, sube y baja, pero sin quebrantos, sin saltos ni movimientos bruscos, con mimo, como solo él sabe hacerlo, trasladándonos a veces de la realidad a la ficción o viceversa, con esas escenas tan particulares y propias, pertenecientes al mundo del surrealismo y que da la sensación de ser de lo más oníricos.
La cinta en si tiene una historia bastante particular ya que el Festival de Cannes la eligió para que representara a la U.R.S.S., pero justo cuando llegó el gobierno soviético la reclamó, temiendo que no encajara en lo que ellos pretendían, incluso se habla que en ese corto viaje se llegó a hacer una copia pirata, al final acabó exhibiéndose en una edición posterior del certamen francés, pero otra vez fue reclamada por los rusos, para que no fuera distribuida en salas comerciales, esto por supuesto hizo aumentar la expectación sobre la obra, y que el mundo occidental, tentara al joven realizador por entonces de 32 años para futuros trabajos.
Desde el momento en que acabé la visualización de la película me di cuenta que no era una historia al uso y estaba casi seguro que el gobierno soviético había tenido sus mas y sus menos con el director por haberle financiado esta obra en plena guerra fría, definitivamente estaba completamente seguro que el resultado final de la misma no era satisfactorio para ellos. En concreto es la segunda película de Tarkovsky, pero se ven retazos muy claros de lo que a posteriori vamos a encontrar en su cine, ya que siempre fue muy fiel a si mismo, con las consecuencias que estoy acabaría deparándole.
La estructura del film, es bastante curiosa, se divide en tres partes de la supuesta pasión según Andrei y cada uno de estos a su vez se dividen en episodios de la vida del pintor de iconos y de interiores de iglesias y catedrales bizantinas rusas, Andrei Rublev (Anatoli Solonitsyn) la historia se basa sobre todo en la persona del pintor, lo que siente o padece, sus sentimientos, dibujándonos una figura atormentada, de perfil duro y que de alguna manera vive en desacuerdo con su época, generando su propia idea sobre las sagradas escrituras, el ambiente histórico le sirve al realizador ruso de soporte tan solo, ya que las escenas donde se reflejan las luchas entre príncipes rusos y sus alianzas con los tártaros y mongoles se me antojan mucho menos trabajadas y como consecuencia de ello menos vistosas.
En este film Tarkovsky ya empieza a desvelar muchas de las claves que en el futuro seguirá utilizando en venideros trabajos, aun siendo en blanco y negro nos muestra la grandiosidad de la naturaleza, del entorno ruso, lo extremo de su climatología y de alguna manera lo que esto condiciona la vida de sus habitantes, los minimiza ante tanta magnitud, incluso en este trabajo llega a compararlos con hormigas de un hormiguero en las escenas cenitales en que aparecen multitudes. Un elemento que no he logrado descubrir el papel que ocupa es el de la inclusión de caballos en distintas escenas, por supuesto que no están incluidos al azar pero se me escapa que representan.
Empezamos a ver los grandes encuadres a los que acabaremos acostumbrándonos, a esa disección de los rostros y a llegar a pensar en ocasiones que estamos delante de cuadros debido a la colocación de los personajes y por supuesto al cuidado movimiento de cámara, va y viene, sube y baja, pero sin quebrantos, sin saltos ni movimientos bruscos, con mimo, como solo él sabe hacerlo, trasladándonos a veces de la realidad a la ficción o viceversa, con esas escenas tan particulares y propias, pertenecientes al mundo del surrealismo y que da la sensación de ser de lo más oníricos.
La cinta en si tiene una historia bastante particular ya que el Festival de Cannes la eligió para que representara a la U.R.S.S., pero justo cuando llegó el gobierno soviético la reclamó, temiendo que no encajara en lo que ellos pretendían, incluso se habla que en ese corto viaje se llegó a hacer una copia pirata, al final acabó exhibiéndose en una edición posterior del certamen francés, pero otra vez fue reclamada por los rusos, para que no fuera distribuida en salas comerciales, esto por supuesto hizo aumentar la expectación sobre la obra, y que el mundo occidental, tentara al joven realizador por entonces de 32 años para futuros trabajos.
TRONCHA
4 comentarios:
Una película filmada con una grandeza absoluta. Difícil de ver por la gran atención que reuqiere y la extensa duración. Me gusta mucho el episodio de la campana. No sabía la anécdota de Cannes. Saludos!
Aunque hace ya tiempo que la vi, tengo la escena del caballo negro guardada en la memoria.
De Tarkovsky sólo he visto esta y Solaris, en la que también aparece un caballo negro.
¿Alguna sugerencia o interpretación?
Saludos!
Aixa
Buenas!
Mi nombre es Luis Illán, me ha gustado mucho tu pagina y quisiera comentarte una interesante propuesta, pero no encuentro tu mail de contacto. A mi me puedes encontrar en luis@cinemavip.com, espero tu respuesta.
Un saludo
Hermosa película, disfrute mucho viendola, sentí una impotencia que no podía frenar Rublev, es extraño como Tarkovsky consigue que uno se meta tanto en la piel de un presonaje--->
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