"Zatoichi: Darkenss is his ally" de Shintarô Katsu

Según la descripción anterior podríamos pensar que estamos ante un pobre tullido que va dando tumbos por el país del sol naciente, sobreviviendo de la caridad de los demás, pues están equivocados, Zaotichi (Shintarô Katsu) puede dar esta sensación, pero realmente es porque el quiere parecer vulnerable delante de quien le interesa, maneja su aparente fragilidad a su antojo y se revela así ante los ojos de quien le interesa, para de repente quitarse de encima la piel de cordero y dejar aflorar el salvaje lobo que lleva dentro.
Uno de sus trucos preferidos para mostrar su “torpeza” es acudir a una casa de juego y jugar al par-impar (Chou-Han) dejando que todos anden confiados e intenten burlarse de un ciego, para finalmente salir triunfador de la situación y dejar al resto con un par de narices, esta picardía y su absoluta sensibilidad ante los más débiles, son los que le hacen un personaje entrañable, carismático que acaba llegando a todos, quizás este sea el principal secreto de su éxito, llegando a realizarse hasta veintiséis películas del samurai ciego.
Aunque siempre pretende rehuir la lucha, llega un punto esta se hace inevitable, pero nunca le veremos decantarse por ningún bando, el tiene sus propios principios y son los que prevalecen sobre el resto, por encima del egoísmo y la deslealtad, curiosamente el mundo que siempre a soñado ver ante sus ojos sea un mundo prácticamente perfecto y sobre todo justo, quizás por eso no ve a través de ellos y el destino decida que siga ciego hasta que esto no se consiga.

En esta historia en concreto nuestro protagonista se ve en medio de una lucha entre clanes yakuza que pretenden hacerse con el control a través de casas de juego y del tráfico de armas, incluso podemos observar una curiosa escena en la que el mismo Zaotichi, como humano que es y por mucho que tenga a su madre siempre presente en el pensamiento acaba rindiéndose en un baño a sus deseos carnales, con la jefa de la banda Bosatsu, Han (Kanako Higuchi), pues claro que si, Ichi, a nadie le amarga un dulce.
TRONCHA