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viernes, 20 de julio de 2007

"Four sided triangle" de Terence Fisher

Sinceramente siempre me es muy difícil hablar sobre estas sencillas películas de esta época, aquellas de la Hammer Productions, siempre las he tenido un cariño especial, y no me gusta hablar mal de ellas, las respeto, porque me doy cuenta que con tan pocos medios a veces resarcían con creces las expectativas depositadas en ellas a las personas que acudían a su estreno en las salas durante los años cincuenta, de lo que no cabe duda es que como diría mi amigo Des, rebosan dignidad.

No me pueden negar que aun viéndoles en la actualidad no les llena de intriga los aparatos que utilizan para todos los experimentos, esos matraces llenos de líquidos de colores, esos serpentines que van rellenándose según avanza la cámara, eso humo que lo impregna todo y esos aparatos eléctricos llenos de válvulas, conmutadores, todo tan analógico contrastando con nuestra era digital, no me digan que todo esto no es romántico, al menos a mi me lo parece.

Y esos locos científicos que siempre resultan ser personas respetables de la comunidad, pero cuando cierran con llave la puerta de su secreto laboratorio al que casi siempre solo ellos pueden acceder se transforman en el más retorcido de los cerebros, intentando conseguir el más difícil todavía del mundo de la ciencia, pero eso si, siempre vestidos de forma impecable, como caballeros que son, ellos nacieron para ser normales pero de alguna manera su cerebro en continua batalla con su cuerpo no se lo ha permitido.

Ese halo de humanidad que llegaba a impregnar un alto porcentaje de su personalidad es lo que en muchísimas ocasiones llegaba a llevarles al fracaso, esos deseos de amar, de ser amado como el resto de los mortales, pero al mismo tiempo el adquirir un compromiso global como benefactores del ser humano en general, intentando llevar la ciencia al alcance de todos aunque fuera a costa del beneficio particular.

En nuestro caso Robin (John Van Eyssen), Bill (Stephen Murray) y Lena (Barbara Payton), junto con el beneplácito de su mecenas el doctor Harvey (James Hayter), logran crear una máquina que consigue hacer un duplicado de cualquier cosa, por supuesto nada es sencillo por mucho que lo parezca, y todo se trunca cuando entran en liza los sentimientos personales de ambos inventores respecto a Lena, la máquina parece la solución a tal encrucijada, aunque veremos una vez más que todo ello acaba chocando con los principios básicos de toda sociedad y esto se acaba pagando sea de una manera u otra.

Para terminar, rato entretenido que acaba pasando uno con este tipo de films, que nos narran como si fuera un cuento, que no nos exigen demasiado tan solo estar pendientes de los diálogos sobre ciertas teorías científicas que son de lo mas rocambolesco.

TRONCHA

1 comentario:

Andrés Mego dijo...

hola

gracias por recomendar mi blog "La tetona de Fellini". Cada día descubro con alegría que tambien existen blog de calidad orientados al cine diferente como el ustedes. saludos

andres