
Por fin, parecía que nunca iba a llegar el día, pero al fin he podido ver este film, recomendado y comentado por muchísima gente, siempre me habían hablado de él de una forma excepcional, destacándolo de entre otros muchos, pues llego la hora de ponerme a escribir sobre él, un film que como acertadamente me habían dicho es al menos original en algunos de sus aspectos y realmente enriquecedor, aunque por supuesto no sea totalmente perfecto para darle la categoría de obra maestra.
El punto de partida es el que en tantas otras películas que se habían rodado con anterioridad en otros tantos países y que se volverán a rodar después, el tema central en torno al que gira toda la obra es el de la droga y sus distintas versiones y como esta puede afectar a la vida de personales normales, quizás a nosotros mismos o incluso a gente muy cercana de nuestro propio entorno, en definitiva lo destructiva que puede llegar a ser.
El tratamiento de la imagen debo reconocer que no me parece uno de los más acertados, ya que el director desde el primer momento recurre y según avanza la narración se hace más reiterado al efecto de polivisión, hay veces que no queda mal del todo, pero me resulta muy machacón, sobre todo cuando quiere que nos demos cuenta que cualquiera de los protagonistas jóvenes se acaban de pinchar o administrar droga a su organismo por cualquier otro método, nos resulta un poco cansina la secuencia de
diapositivas del ritual de drogadicción.
Quizás lo original del film, sea la forma de tratar el tema de la dependencia a los estupefacientes ya sean de la índole que sean, ya que de forma aledaña toca bastantes temas, como son la soledad del individuo y la distancia que existe entre personas que se creen cercanas en su relación, los personajes sirven de contraste para que el espectador se de cuenta de la realidad que está viendo, de cómo alguien sube al maldito tren pero lo difícil que realmente es apearse.
Nuestros protagonistas van a ser capaces de lo peor, para conseguir la dosis que les de la falsa vida que parecen estar viviendo, una vez que nos hemos embarcado en este viaje sin retorno,
Aronofsky , aprovecha para arremeter contra otros temas tan actuales como por ejemplo el del excesivo consumo de televisión o el de la belleza externa tan de auge en nuestros días y a través de ellos y por extensión lo que realiza es una feroz sátira de la sociedad actual que selecciona a los individuos de una manera particular, dictando reglas a veces de difícil comprensión pero de relativamente sencilla práctica.

El ritmo narrativo va in crescendo, según avanza el metraje, nos vamos implicando cada vez más con los personajes, en mi caso particular los que más hondo me llegaron fueron el de Sara Goldfarb (
Ellen Burstyn) y el de Marion (
Jennifer Connelly), sobre todo el de la primera, en esas escenas es la que sufre una paranoia increíble con el frigorífico de su casa, son imágenes que tienen cierto tinte del cine de
David Lynch , en el que un entorno doméstico se aprovecha para crear miedo e incertidumbre.
El tono del rodaje en multitud de momentos parece un tono documental y no el propio de una película, esto también le añade originalidad al conjunto en general, además, no lo voy a contar, el final que nos deja el realizador es un final que encaja bastante bien, un final poco halagüeño, como probablemente fuera en la vida real, dejando de lado los finales felices de cuentos de hadas.