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martes, 12 de diciembre de 2006

"El imperio de los sentidos" de Nagisha Oshima

Película conocida donde los haya del cine japonés, todo el mundo prácticamente ha oído hablar de ella, bien sea de una manera o de otra, tanto en el plano positivo, como en el negativo, no obstante paso a analizarla, siempre contando mi inclinación favorable a lo que es en general el cine venido de las latitudes asiáticas, no obstante como decía tanto como el que la ha visionado como el que no, emite una opinión sobre ella, por supuesto más o menos acertada, dependiendo de cada uno.

Las ideas principales del film, son la muerte y el sexo, ambas conviven de una forma totalmente unánime, formando una férrea simbiosis, no nos engañemos que no solo trata de sexo, lo que ocurre es que las imágenes son totalmente explicitas en cuanto a este género incluso si se me permite decirlo, la insistencia en el tema sexual se hace exagerada en ocasiones, llegando a ser obsesiva, no solo por los protagonistas, sino también por el propio director, en algunas escenas se hace bastante reiterativo, sin aportar mucho más a la obra.

Por supuesto, que de alguna manera el cineasta japonés lo que intenta es una película, provocadora, y a fe que lo consigue, ya que es imposible que nos deje impasibles ante la visualización de la misma. La historia de amor entre los protagonistas, es lo único que se nos muestra durante el largometraje, es tanto tan presentes las figuras de la muerte y el sexo, que podríamos incluso decir que son dos personajes más.

La historia acaba sumiéndose en una espiral desenfrenada que solo puede llevarnos a un trágico final, al que cualquier espectador puede notar que los amantes se ven avocados, ese afán de superación de llevar todo al extremo, no puede acabar sino de la manera que termina, eso si, prepárense, porque aun así Oshima, nos prepara un regalo final, expresado en el objeto de culto y veneración de la misma protagonista.

Siempre hago la misma apreciación, indico que las películas orientales hay que verlas a veces con los ojos de los que las realizan, aunque en este caso, la mayoría de las escenas son tan explicitas, que damos poco margen a la interpretación de los hechos, siempre he pensado la capacidad de los actores, para realizar dichas escenas, ya que muchas tienen su mérito, y cualquiera no sería capaz de hacerlas.

Por tanto nos situamos enfrente de un producto, no muy habitual dentro del cine oriental, con esbozos muy tenues del Japón de la época de preguerra, aunque sinceramente es lo que menos interesa, por supuesto, me queda la duda de si como se indica al final de la misma, está basada en hechos reales.

TRONCHA

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