"Nubes dispersas" de Mikio Naruse
Estamos ante la última obra del gran genio nipón, la que da fin a su filmografía. A diferencia del resto esta ya fue rodada en color, demostrando que su adaptación a esta nueva innovación cinematográfica la saldó con nota. Este trabajo también sirve para homenajear el treinta y cinco aniversario de los estudios TOHO, que tantas y magníficas obras nos han dejado a lo largo del tiempo.
Hemos quedado en que Naruse es el director de los sentimientos, director sobre todo de actores. Actores que demuestran su valía en la pantalla, que son exprimidos al máximo para que sus personajes tengan un rendimiento pleno. El problema quizás reside en que para comprender esa expresividad hay que conocer un poco mejor al pueblo japonés y saber de sus costumbres para darnos cuenta realmente del esfuerzo y la importancia de algunos de los gestos de nuestros protagonistas.
Yumiko (Yôko Tsukasa) y Mishima (Yûzô Kayama) son dos individuos que navegan a la deriva, sus vidas han cambiado de una forma radical y realmente ha sido por el mismo hecho. Cuando ambos tenían un futuro prometedor frente a si, la desgracia se cruza por delante haciendo que todo se venga abajo. Mishima es chofer de una importante compañía y ha atropella al marido de Yumiko, que acababa de ascender y conseguir un mejor puesto de trabajo en EEUU.
El comienzo entre ambos no es nada fácil, tampoco se puede decir que el final lo sea. Naruse nos va a mostrar una vez una historia cotidiana de un Japón menos de posguerra que en anteriores trabajos, pero con unos personajes más castigados si cabe. Ambos viven prisioneros de sus principios, Yumiko hacia su deber buena esposa que no olvida y Mishima aunque es declarado no culpable del accidente, moralmente se obliga a resarcir a la viuda. Ambos asumen obligaciones que les marcaran el resto de sus días y que no van a dejar que uno disfrute del otro.
Toda la producción gira en torno a la pareja y sus arraigados principios, pero acaba sirviendo de excusa al director para mostrar un entorno alrededor de ellos, mucho más ventajista. Los demás personajes no han dudado de aprovechar las oportunidades que la vida les haya dado para poder sobrevivir, aunque las acciones no tengan nada de honrosas. En contra este mundillo de aprovechados sirve aun más para realzar la valía de la moralidad de nuestros dos protagonistas.
Hemos quedado en que Naruse es el director de los sentimientos, director sobre todo de actores. Actores que demuestran su valía en la pantalla, que son exprimidos al máximo para que sus personajes tengan un rendimiento pleno. El problema quizás reside en que para comprender esa expresividad hay que conocer un poco mejor al pueblo japonés y saber de sus costumbres para darnos cuenta realmente del esfuerzo y la importancia de algunos de los gestos de nuestros protagonistas.
Yumiko (Yôko Tsukasa) y Mishima (Yûzô Kayama) son dos individuos que navegan a la deriva, sus vidas han cambiado de una forma radical y realmente ha sido por el mismo hecho. Cuando ambos tenían un futuro prometedor frente a si, la desgracia se cruza por delante haciendo que todo se venga abajo. Mishima es chofer de una importante compañía y ha atropella al marido de Yumiko, que acababa de ascender y conseguir un mejor puesto de trabajo en EEUU.
El comienzo entre ambos no es nada fácil, tampoco se puede decir que el final lo sea. Naruse nos va a mostrar una vez una historia cotidiana de un Japón menos de posguerra que en anteriores trabajos, pero con unos personajes más castigados si cabe. Ambos viven prisioneros de sus principios, Yumiko hacia su deber buena esposa que no olvida y Mishima aunque es declarado no culpable del accidente, moralmente se obliga a resarcir a la viuda. Ambos asumen obligaciones que les marcaran el resto de sus días y que no van a dejar que uno disfrute del otro.
Toda la producción gira en torno a la pareja y sus arraigados principios, pero acaba sirviendo de excusa al director para mostrar un entorno alrededor de ellos, mucho más ventajista. Los demás personajes no han dudado de aprovechar las oportunidades que la vida les haya dado para poder sobrevivir, aunque las acciones no tengan nada de honrosas. En contra este mundillo de aprovechados sirve aun más para realzar la valía de la moralidad de nuestros dos protagonistas.
TRONCHA
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