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viernes, 12 de marzo de 2010

"Carne de horca" de Ladislao Vajda

En algunas ocasiones les recomiendo que hagan el ejercicio de comparar una producción nacional con otra extranjera, y más en concreto en aspectos comunes que pudieran tener ambas. Para que se me entienda por ejemplo en muchas películas de genero negro casi siempre encontramos una escena en la que varios hombres juegan en una atmósfera neblinosa al poker alrededor de una mesa durante toda la noche, en “Carne de horca” (1953) el juego elegido es el de las siete y media, no me digan que no es peculiar. Pues si aceptan el juego se puede hacer con otros muchos aspectos que resultan igual de característico que el que les he definido.

Esta película nos dibuja la Andalucía de hace bastantes décadas, tierra dura por el clima y por las condiciones propias de sus habitantes, algo que Vajda intenta mostrar al espectador a través de los primeros planos de los rostros. Sociedad en la que no falta la particular figura del bandolero y que cobra todo su protagonismo en la persona de Lucero (Fosco Giachetti) el jefe de la banda que atemoriza a todos los ricos de la serranía de Ronda.

La puesta en escena de la película es bastante buena, muy trabajada, incluso goza de una buena calidad en el apartado de la fotografía, la dirección artística está bastante lograda también. Pero donde la cosa comienza a cojear es en el guión, este tiene unas cuantas trampas que no se pueden justificar por mucho que se pretenda, se quedan unos cuantos cabos sueltos que hubiera sido necesario dejar claros.

Como ya sabemos el cine hecho durante la dictadura tenía un alto componente de educador o al menos de aleccionador por denominarlo de otra manera. Las personas debían ser rectas y correctas, quien se alejaba del camino acababa pagándolo ya que no se podía consentir que en un medio de gran difusión entre el populacho, cualquiera se planteara, siquiera de lejos seguir los pasos del que había visto en pantalla. La censura ya se cuidaba muy mucho de encarrilar las posibles desviaciones narrativas aunque a veces en su labor de recorte consiguiera precisamente lo contrario a lo pretendido.

La historia de nuestro protagonista Juan Pablo de Osuna (Rossano Brazzi), señorito andaluz, jugador, juerguista y vividor al fin y al cabo queda impune ante una serie de hechos que moralmente le deberían haber pasado factura. Si ven la realización entenderán lo que les digo, por ello no pretendo desvelarlo aquí ahora, pero si analizan lo que se dice y lo que realmente se ve del cabecilla del grupo de bandoleros, pasa algo similar, el personaje se perfila de una manera pero cinematográficamente está narrado de una manera muy distinta.

Si dejamos de lado estos agujeros la historia si que funciona, tiene un ritmo que engancha, que nos lleva por los riscos de la serranía a lomos de un jaco, conviviendo con el grupo de bandidos, quizás no tan honorables como en otras ocasiones se les describe. En nuestra película muchos se regodean con la muerte y no duden en aplastar a un pueblo entero si las circunstancias lo requieren, una imagen menos populista que quizás a la que estamos acostumbrados en otros trabajos

Por todo esto hay ocasiones en que ciertas escenas recuerdan al cine negro, los bandoleros se asemejan más a gangsters de sangre fría y sin escrúpulos. Todo hace que del conjunto podemos destacar la gran falta de honorabilidad, aunque la sensación inicial pueda ser justo la contraria. Para acabar comentar que es un producto totalmente recomendable y que estoy seguro que mantendrá su interés y acabará agradándoles.

TRONCHA

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