"La teta asustada" de Claudia Llosa
Durante este periodo uno de los colectivos que mayor sufrimiento padece es el femenino a través de las violaciones, mujeres marcadas para siempre, hijos no deseados y taras psicológicas que perduran en el tiempo, nuestra protagonista Fausta (Magaly Solier) padece lo que el pueblo llama el mal de la teta asustada, lo que significa que cuando mamó de su madre le contagio el miedo que pasó cuando esta fue violada y por ello quedó sin alma, se escapó de su cuerpo para esconderse en la tierra.
Con tan particular idea vive Fausta en su anodina vida, así la educó su madre haciendo que huyera del resto de sus semejantes que no se fiara de ninguno de ellos y como recurso extremo opta por introducirse una patata en su vagina, con lo que todo esto conlleva, el tubérculo realmente sirve de metáfora para dejar presente que no está dispuesta a olvidar su pasado y menos el de su madre, por ello toda la filmación se ve a través de los ojos de nuestra protagonista.
Probablemente es aquí donde deja de funcionar todo, donde la acción se vuelve totalmente aburrida, donde volvemos una y otra vez a los mismos lugares y a las mismas situaciones y en todo momento acompañados de las canciones de Fausta con las que consigue desvincularse de la realidad que vive y dejar de lado al menos por algún momento de sus temores, pero es que nosotros no llegamos a sentir lo que ella siente, ese es el problema, la entendemos, de eso no hay duda, su vida es un trauma continuo, pero no lo sentimos en nuestras carnes.
De todo hay que sacar una conclusión positiva y la de este film es que a veces nos muestra una imagen realmente costumbrista y cercana de sus habitantes, de un gran realismo, un contraste social entre clases altas y clases bajas donde unos viven y los otros hacen lo que pueden, siquiera poder enterrar a un ser querido se convierte en una odisea, algo casi tan difícil como dejar un trauma de lado con el que llevas toda la vida conviviendo.